viernes, 12 de junio de 2009

EDITORIAL


El escenario bien iluminado, donde la orquesta bastante afinada de Fujimori tocaba los compases de la música, finalmente se vio interrumpida en la tarde del martes 7 de abril por la exclamación de la sala encabezada por el juez César San Martín que dictó la sentencia de 25 años de prisión por matanzas y secuestros para Alberto Fujimori, prendiendo así la mecha de opinión que dividió al Perú, lo cual no sería la primera vez en que no nos pongamos de acuerdo. La ley había seguido su curso y se había encargado de hacernos recordar todos los agravios, para conocer así uno a uno todos los secretos más refinados cometidos por esta dictadura.
No fue un martes más entre tantos que pasan, sino uno en que finalizó con la alegría de los deudos, que para ellos será muy difícil de olvidar, ya que en el Perú parecía no existir rasgos de justicia y dignidad. La dictadura de Fujimori, es una historia muy larga y más que larga triste y complicada, es una pesadilla que aún deja rastros; porque eran capaces de imponer su voluntad al hombre más rebelde, ya que por entonces nadie discutía su autoridad.
También fueron 17 años de lucha en que a los deudos les convenía insistir en alta voz y en todas las tribunas para dignificar la memoria de sus familiares. La toma final de este espectáculo fue que al aventurero don Alberto Fujimori le tocó 25 años de retiro obligado, sentencia que compartió el mundo entero y que de seguro si las víctimas de Barrios Altos y la Cantuta hubieran podido escuchar la condena, se hubieran levantado de sus tumbas mismas para festejar este juicio.
A nivel local la empresa Casa Grande, sigue expidiendo diariamente cenizas y denso humo, atentando contra la salud de toda la población y frente a esto no hacen más que poner distancia, lo cual ya es una costumbre clásica en ellos negándose a dialogar, quizás porque se creen tan empresarios que piensan que hay que perdonarlo todo, pero protestamos porque tenemos mil razones y aún tenemos calidad local, hasta la próxima.

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